jueves, 8 de febrero de 2024

SEMANA 9 LA FILOSOFIA Y SU HISTORIA

 


5. la filosofía y su historia
Para el estudio de la filosofía es importante, y aun necesario, tener una recta concepción de la «Historia de la Filosofía». El hombre ha tenido siempre necesidad de filosofar. En todas las grandes culturas ha surgido una concepción del hombre que alcanza hasta sus últimos problemas, y, por tanto, de carácter más o menos filosófico. Decimos más o menos filosófico, porque con frecuencia esta concepción del hombre se ha hallado unida a una actitud religiosa; y no puramente racional.
La historia de la filosofía abarca todas las manifestaciones, todos los esfuerzos del hombre por resolver los problemas filosóficos, realizados a través de la historia. La historia completa de la filosofía debe tener en cuenta tanto la filosofía oriental, como la occidental. En el Oriente, tanto en la China como en la India y en Persia han existido concepciones filosóficas, algunas de las cuales han continuado hasta nuestros días. Pero, para nuestro objeto, debemos más bien limitarnos a la filosofía occidental. Esta ha tenido origen en Grecia, y suele dividirse en cuatro grandes épocas: Filosofía antigua (Griega, Greco-romana y Cristiana-patrística), Filosofía medieval (Cristiana, Escolástica, Árabe y Judía), Filosofía Moderna (desde el Renacimiento hasta fines del siglo XIX), Filosofía Contemporánea (siglo XX).
Una mirada a la historia de la filosofía nos convence de que los problemas filosóficos han tenido las soluciones más diversas. Algunos han considerado la realidad como materia: «Materialismo». Para éstos el hombre es un ser puramente material, por tanto perecedero como todos los demás seres; no hay lugar para la existencia de Dios, ni de otros seres espirituales; otros filósofos han profesado el «espiritualismo», distinguiendo entre el mundo material y el mundo espiritual; el hombre participa a la vez de ambos mundos y tiene no solamente un principio material, sino también espiritual. Generalmente los que admiten en el hombre un principio espiritual también lo consideran inmortal.
Algunos filósofos sostienen que toda la realidad del universo forma un solo ser material («monismo materialista») o un solo ser espiritual y divino («Monismo panteísta»); otros explican la realidad del universo como distinta de Dios, y admiten que Dios es un ser personal («teísmo») distinto del mundo y Creador de éste («Creacionismo»).
En cuanto al problema del conocimiento, han aparecido, a través, de la historia de la filosofía, las soluciones más diversas: algunos sostienen que nada podemos conocer, con certeza («escepticismo»), otros que solamente podemos conocer nuestra conciencia y que no sabemos lo que hay fuera de ella, y el mundo que creemos exterior no es sino una creación subjetiva de la conciencia misma («subjetivismo, idealismo»); otros en fin sostienen que por el conocimiento percibimos las cosas exteriores a la conciencia y en mayor o menor grado la percibimos tal como son («realismo»).
En el orden moral también la diversidad de opiniones es notable: según unos, la moralidad consiste en la utilidad («utilitarismo»); según otros la moralidad es una creación subjetiva del hombre sin fundamento en las cosas («idealismo»); otros en fin sostienen que hay principios de moralidad independientes de la voluntad del hombre y a los cuales éste debe acomodarse para obrar bien o mal («racionalismo»).
Así podríamos ir viendo acerca de todos los problemas filosóficos un desfile de opiniones diversas en toda la historia de la filosofía.
Esto plantea un serio problema sobre la filosofía misma: Si los hombres hasta ahora no han podido ponerse de acuerdo en la solución de los problemas filosóficos, no es de esperar que en el futuro se llegue a descubrir una solución aceptable para todos, y esto parece indicar que los problemas filosóficos no tienen una solución, o, por lo menos, el hombre no puede alcanzarla. No sabemos, por tanto, a punto fijo cuál es la solución de los problemas, no podemos averiguar cuál es la teoría verdadera, y todas las opiniones tendrían, con el mismo derecho, carta de ciudadanía en el mundo filosófico.
Ante este problema se adoptan dos actitudes fundamentales: algunos reconocen esta diversidad y admiten simplemente que es imposible hallar una solución. Lógicamente, estos autores desembocan en el escepticismo. Pero el escepticismo está contra las experiencias humanas más inmediatas y aún contra nuestras exigencias más íntimas. El escepticismo es como filosofía un suicidio intelectual, y, además, contradictorio, porque no puede afirmarse a sí mismo.
Por este motivo, otros adoptan una actitud diametralmente opuesta: Establecen un cierto núcleo de soluciones o verdades filosóficas que ellos creen ciertas, y forman un «sistema» determinado. O bien, eligen entre los sistemas filosóficos aquel que les parece verdadero y desde este sistema juzgan a los demás, rechazándolos en todo o en parte. Esta opinión o actitud tiene fundamento en la experiencia de que podemos conocer muchas verdades, y, por tanto, no podemos afirmar que el hombre no conoce nada, y supuesto que algo conoce como verdad, lo contrario debe ser excluido como falso. Pero el problema surge cuando se trata de establecer cuál de los sistemas filosóficos es el verdadero, preferible a todos los demás.
Por eso, otros toman una actitud intermedia: prescindiendo de una decisión en favor de un sistema determinado, realizan un estudio de conjunto sobre la historia de la filosofía; en ese estudio creemos hallar nosotros la verdadera solución al problema. Efectivamente, si atendemos a la historia misma de la filosofía, veremos que, a pesar de la multiplicidad de problemas y de soluciones, a veces las más contradictorias, existe una cierta tendencia, en todos los filósofos de mayor relieve a salvar, a afirmar ciertos principios fundamentales para el hombre, y para su vida: Estos principios fundamentales, que son necesarios para la existencia humana, para la convivencia de los hombres entre sí, para el orden social y para la conservación y el desarrollo de la humanidad, se hallan afirmados por la inmensa mayoría de los filósofos, aún cuando después discrepen acerca de otros muchos problemas. En realidad, este conjunto de principios, hacia los cuales converge la historia de la filosofía, es lo que se puede llamar «la filosofía perenne», la realidad del hombre, la distinción entre el hombre y los demás seres aún los animales superiores; la inteligencia y la libertad; la conciencia moral, la necesidad de la sociedad humana; la dependencia o relación del hombre con un mundo transcendente; la religión, &c., éstos, y algunos más, son temas hacia los cuales converge, en forma afirmativa, toda la historia de la filosofía: decimos que converge en su conjunto, porque, aún cuando puedan señalarse excepciones, la inmensa mayoría y los más autorizados de los representantes del pensamiento filosófico en el Occidente coinciden en una afirmación y reafirmación de estos principios: Las filosofías persas, chinas, hindúes en el Oriente; y en el Occidente podemos citar las cumbres de su historia: Sócrates, Platón, Aristóteles, los Estoicos, los Académicos greco-romanos, Cicerón, Séneca, el neoplatónico Plotino, entre los filósofos paganos; toda la filosofía cristiana occidental, hasta el siglo XVII, y desde entonces: Descartes, Malebranche, Spinoza, Leibnitz, Wolff, Kant, Hegel (aunque con interpretación idealista): el Positivismo del siglo XIX se vio obligado a crear también una concepción social de tipo religioso; y en el siglo XX han abundado las figuras de primer relieve que están testimoniando el valor de estos principios fundamentales.
Nuestra opinión es, en consecuencia, que la historia de la filosofía lejos de suscitar en nosotros una duda universal, nos confirma en la existencia de ciertos valores humanos fundamentales y perennes, y su conjunto lo llamaremos «filosofía perenne». En cambio, el hecho de la discrepancia acerca de tantos otros puntos, nos enseña que debemos ser más cautelosos en su afirmación: solamente un sólido fundamento debe inducirnos, en cada caso, a admitir como verdadera una solución determinada, dejando más bien, cuando esto no sea posible con seguridad, abierto nuestro juicio hasta que aparezca la solución debidamente fundada. Esta es, a nuestro parecer, la lección que nos ofrece la historia de la filosofía, y a esta luz debemos estudiarla, y aprovecharla para nuestra formación filosófica. Por de pronto, ya aparece que la historia de la filosofía, por sí sola, no es suficiente medio de información filosófica. Se necesita cierto criterio de discriminación en las doctrinas filosóficas, so pena de perdernos en un bosque enmarañado, sin saber cuál es nuestro verdadero camino. Asimismo se impone también una cautela y un espíritu crítico en la lectura de los autores, tanto antiguos como modernos, a fin de discriminar en ellos qué es lo válido o lo inválido de sus doctrinas.
Pero esto nos lleva a estudiar otro punto de sumo interés para nuestra orientación filosófica. La historia misma de la filosofía es una lección muy rica en enseñanzas, que no debemos olvidar. Ella nos obliga a distinguir tres aspectos de la filosofía: la filosofía como actividad, como resultado y como ideal.
La filosofía como «actividad» es el filosofar mismo realizado por el hombre. Siempre que un hombre se preocupe por estudiar los problemas filosóficos de acuerdo con el método exigido, está haciendo filosofía. Esta actividad es lo que se llama filosofar, o la filosofía como actividad. Puede el hombre filosofar bien o mal, puede hacer bien o mal filosofía, pero ciertamente está filosofando, está desarrollando una actividad filosófica.
La filosofía como «resultado» es el fruto de la actividad filosófica. En su filosofar el hombre llega a ciertos resultados, es decir, a dar a los problemas filosóficos determinadas soluciones. Toda solución, propuesta a través de la historia de la filosofía, es filosofía como resultado. Naturalmente que los resultados son buenos y malos, aceptables o inaceptables conformes o disconformes con la realidad de donde surgen los problemas. Esto nos indica que hay filosofía buena y filosofía mala, es decir, que no corresponde al verdadero planteamiento de los problemas, y no expresa la realidad tal como en sí es. Ahora bien, propiamente hablando solamente es verdadera ciencia filosófica como resultado aquella que se conforma o que expresa la realidad tal como en sé es, por lo cual, tan sólo es auténtica filosofía la que llega a resultados positivos, o conformes con la realidad, la que resuelve satisfactoriamente los problemas. Sería, pues, un error identificar la filosofía con la historia de la filosofía, ya que ésta abarca o debe tener en cuenta todo el esfuerzo filosófico con los resultados positivos y negativos a los que el hombre ha ido llegando. De aquí que la tendencia a identificar la filosofía con sus historias, llamada «historicismo filosófico», confunde lo bueno y lo malo en filosofía, los resultados auténticos e inauténticos, en una palabra, lo verdadero y lo falso. Así como en las demás ciencias distinguimos entre las soluciones equivocadas o superadas y las que verdaderamente responden a la realidad, lo mismo acaece en filosofía: en física, en medicina, &c., nadie incorpora a las ciencias físicas o médicas las soluciones equivocadas, tanto antiguas, como modernas. Los errores en física o en medicina no forman parte propiamente hablando de la «ciencia física o médica»; igualmente en filosofía los errores no forman parte de la «ciencia» filosófica. Propiamente hablando, solamente es filosofía la filosofía como «resultado positivo», es decir, el conjunto de soluciones verdaderas a los problemas filosóficos. Se impone, por consiguiente en la lectura de los autores una discriminación entre los resultados positivos a que han llegado, y las fallas, insuficiencias y errores e inconsecuencias en que a veces han caído.
Finalmente, la filosofía como «ideal» es el conjunto de soluciones verdaderas a todos los problemas filosóficos. Acerca de si el alma humana es mortal o inmortal, existe una respuesta verdadera, la que expresa la realidad correspondiente a la inmortalidad o mortalidad del alma. Acerca de la existencia de Dios existe una respuesta verdadera; porque es imposible que sean a la vez verdaderas la afirmación y la negación de la existencia de Dios. Acerca de la existencia de un orden moral, independiente de la voluntad humana, existe también su respuesta verdadera, es decir, la que está de acuerdo con la realidad acerca de dicho orden moral. Así podríamos seguir mencionando problemas filosóficos. Pero éstos son innumerables. Con frecuencia alcanzan un grado de dificultad tan grande que el hombre nunca podrá llegar a resolverlos. Se trata, a veces, de problemas abstrusos, ajenos a la experiencia del hombre y que sólo con medios de que el hombre carece podrían ser resueltos. Por eso, la filosofía como «ideal», es decir, el conocimiento completo de todos los problemas filosóficos no existe para el hombre, nunca puede ser logrado por nosotros. Solamente Dios, con su ciencia infinita, lo conoce todo. Al hombre, en cambio, porque tiene una facultad limitada, le es imposible resolver muchos problemas acerca de su propia naturaleza, de la naturaleza del mundo y de Dios. Esto no quiere decir que algunos problemas fundamentales no los podamos resolver con certeza. Este conjunto limitado de problemas, que por cierto incluye lo más esencial para la vida del hombre y para la comprensión de su origen, su naturaleza y su destino, ha sido resuelto positivamente y con seguridad, y está siempre al alcance de una inteligencia normal comprobar el valor positivo de dichas soluciones. Pero en comparación con la totalidad de los problemas filosóficos, éstos constituyen una pequeña parte, y más de una vez el hombre sólo puede alcanzar acerca de los otros un grado de probabilidad o de verisimilitud más o menos aproximado a la realidad. Debemos reconocer modestamente nuestra capacidad limitada de conocer, que debe ser un estímulo para avanzar más hacia el estudio y solución de nuevos problemas filosóficos.
Para la comprensión de lo que es la filosofía debe tenerse presente ésta triple distinción de la filosofía, como actividad, como resultado y como ideal. La «actividad» no se justifica, como filosofía, por sí sola; el «resultado» es auténtica filosofía sólo cuando es positivo, es decir, cuando la solución está de acuerdo con la realidad; la filosofía como «ideal» nunca puede ser alcanzada por el hombre en su totalidad, sino sólo parcialmente, en cierto conjunto de problemas. La inteligencia humana es limitada. Ningún autor filosófico, ningún hombre, ha podido hasta ahora, ni seguramente podrá en lo futuro, presentar una filosofía exenta de algunos errores de soluciones negativas y de deficiencias en el planteamiento y en la solución de ciertos problemas. Conocemos, es verdad, los jalones de orientación sobre el origen y destino del hombre, sobre el sentido trascendente de su vida terrenal, y los principios fundamentales por que debe regirse en su vida individual y social, en sus relaciones con el mundo y con Dios. Pero es trabajo de cada uno, «mío», la apropiación consciente de esos principios últimos de la filosofía, a fin de cumplir como lo requiere nuestra dignidad de hombres, el alto destino a que Dios nos ha llamado.

2 comentarios:

  1. En aquel momento es importante reconocer como la filosofia puede tener una historia interesante en cuyos temas puede ser la vida de las personas

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  2. Es muy interesante la lectura, ya que, podemos conocer más a fondo lo que significa la filosofía y lo importante que puede ser.
    Carlos Daniel Dorado 10-2

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